Estoy feliz por encontrarme con ustedes en este nuevo escrito, en estas nuevas letras.
Llevaba sólo dos semanas sin publicar, pero siento que fue el año pasado; aunque no estamos tan lejos de los recuerdos del año pasado (risas).

Quiero escribirles sin pensarlo tanto. Hacerlo desde mi reflexión; pero con la espontaneidad con que mis dedos presionan cada tecla.

Compañeros, últimamente he estado pensando en algo, en lo que seguramente hemos pensado todos alguna vez; pero sin darle la importancia que merece.

Creo que existe una gran diferencia entre lo que hacemos y lo que somos.
Yo no soy lo que hago, tú no eres lo haces y ellos tampoco.
O… qué respondes cuando te preguntan:
Qué haces?
Y qué respondes cuando te preguntan quién eres?

Haz memoria y haz el ejercicio un segundo.
Ok. Lo más probable es que hayas tenido una sola respuesta para las dos preguntas.

Es muy probable que yo también haya caído en ese error inconscientemente. Y ahora comienzo a verlo desde una perspectiva más consciente.

Pero eso no es todo; hay otro error cruel que se desprende de este, y es que le damos lugar a las personas por lo que hacen, y no por lo que realmente son. Es como una escala de posiciones, basada en su profesión u oficio.

Casi siempre, le damos mucha importancia a alguien: Porque es famoso, o tiene dinero, o es un productor o empresario importante.

Y poca importancia a otro, porque no tiene un oficio destacado, o no es millonario o famoso.

No, compañeros. Así no debe ser. Con todos debemos ser amables y respetuosos sin importar su posición social, laboral o económica. No puede haber una etiqueta posicional.

Y ya sé que puedes estar preguntándote: Pero, y si se trata de mi jefe? O… si necesito trabajo y ese es el productor?

Ellos merecen respeto por que representan autoridad; pero los otros también, porque representan humanidad. Y hay que cuidar las relaciones con todos.

Voy a poner dos atmósferas sobre la mesa: Una laboral y otra personal, con la premisa del significado de la palabra “trato”.

Trato: forma o manera como una persona
se relaciona con otras.

Comencemos por la atmósfera laboral:
En mi caso, mi trato con el director o productor de una serie o película, debe ser de respeto hacia la autoridad.

Y mi relación con mis compañeros de trabajo, el asistente de cámaras y todos los que hacen parte de la producción, también debe ser regida por la amabilidad y el respeto; porque el trabajo de todos, es de vital importancia. Somos un equipo.

Ahora vamos a una atmósfera personal:
Digamos que terminamos el rodaje y tenemos una fiesta, todo el equipo de producción.

Allí fuera del set, fuera de posiciones, sacando de contexto vínculos o sentimientos, todos somos iguales.
Y deben seguir la misma amabilidad y respeto entre unos y otros.

No somos más o menos que nadie.
Si la pillan?

Volviendo al principio de este escrito, quiero decirte que yo soy actor y presentador, pero eso no me define. Esa es mi profesión.

No confundamos “el soy”de la identidad, con “soy” de la profesión u oficio.

Yo soy Mario Espitia, un hombre apasionado, soñador, hijo, hermano, etc.

Si me voy a la parte espiritual, yo diría que soy Mario Espitia, un hijo amado de Dios. (MI PAPÁ). Si por aquí no es lo tuyo, entonces quédate con lo primero.

Dejemos de ponerle etiquetas a las personas por lo que hacen, porque eso no las define.

Creo que deberíamos evitar :
Dar posiciones en cuanto al trato.
Etiquetar a los demás por lo que son o no son, porque podemos caer en el error de concebir o lanzar juicios arbitrarios.

Al dejar de etiquetar a los demás, los ves desde una perspectiva clara y te concentras automáticamente en girar alrededor del amor, la amabilidad y el respeto con todos, sin excepción.

Este mosaico de palabras llenas de amor fue para ustedes.

Este fue mi cuarto escrito titulado “Sin etiqueta”.